Filosofía – Vattimo y Sócrates: Filo-sofía
17 Luglio 2016Sé que solo no sé nada: sino acompañado (AOO, Aforismo).
Sócrates entre Platón y la sofística
Sócrates no es el fundador de una filosofía platónica, como quiere Platón y su posteridad, sino el fundador de una filosofía socrática o dialógica. El Sócrates histórico no funda una filosofía aristocrática y patriarcal, aunque tampoco es un populista a lo sofista. Como dice E. Fromm tras Bachofen, habría que resituar a Sócrates al lado del “humanismo” de Sófocles, oponiendo el sentido existencial (frónesis) al despotismo ilustrado del Estado patriarcal. De ahí el recurso socrático a la “erotología”, es decir, a la con-vivencia dialéctica frente a la razón puritana: se trata de proyectar un eros dialógico, capaz de concebir no la verdad purista (elitista), sino el sentido impuro y abierto, intersubjetivo o relacional.
Sócrates se sitúa así entre el populismo sofístico y el platonismo aristocrático, entre el materialismo y el espiritualismo, en ese espaciotiempo intermedio e intermediador cohabitado por el “alma” en cuanto reserva anímica del sentido interior. Sócrates es un partero que, a través de la mayéutica, induce el sentido de las cosas sin deducirlo abstractamente. Por eso se confunde Aristóteles cuando adscribe a Sócrates la búsqueda de la definición general en la idea universal abstracta, ya que esta es ya una búsqueda de Platón pero no de su maestro.
Lo que Sócrates busca es auscultar y sonsacar el sentido experiencial de la realidad humana, con ayuda de una ironía que relativiza todo presunto saber presuntuoso. Sócrates sabe porque sabe que no sabe, pero sin embargo hace del saber una virtud. La virtud consiste en conocer, pero en conocer el propio y ajeno desconocimiento, tratando de hacer aflorar la verdad (alétheia) a través de sus sentidos plurales y, por lo tanto, de abajo arriba, inductiva o inductoramente, abriendo horizontes con preguntas antes que cerrando puertas con respuestas.
La pregunta dual o dualéctica de la filosofía mayéutica de Sócrates es “en qué sentido se entiende algo”, y “qué quiere decir o decirnos”. Se trata de una pregunta dúplice contra el literalismo de la letra y en favor del sentido simbólico o relacional. Así pues, Sócrates realiza la búsqueda del sentido de las cosas o asuntos humanos humanamente, es decir, simbólicamente, partiendo de una correlacionalidad que articula las realidades en un lenguaje sintetizador las diferencias, así reunidas en un logos común (dialógico). Por eso la visión socrática del ser, que es la racionalización del eros, dice a la vez lo uno y lo otro, el sentido y el sinsentido, el reverso y el anverso, la implicación.
Tanto el ser como el eros reflejan filosófica y vitalmente lo divino y lo demónico de la existencia, la contra-dicción que el logos dialéctico trata de coimplicar irónica e irénicamente según cierto eclecticismo (que nuestro Ortega traducirá como perspectivismo). Parafraseando a P. Hadot en el Círculo Eranos, cabe ver en el ser-eros de Sócrates una fuerza transhumana que coliga en el hombre lo celeste y lo terrestre, lo angélico y lo demónico, y que por tanto une y escinde la realidad experienciada por el hombre en el mundo dualécticamente, es decir, ambivalentemente. El máximo ejemplo sería el propio amor, a la vez divino y diablesco, amor propio y ajeno.
Vattimo entre Heidegger y la posmodernidad
Traemos aquí la figura singular del pensador italiano Gianni Vattimo porque sería el último filósofo, nuestro último filósofo socrático, a pesar de la crítica que Nietzsche realiza contra el socratismo. Pero la crítica de Nietzsche a Sócrates es comparable con la crítica de Nietzsche a Jesús, en ambos casos está ambivalentemente obsesionado tanto con el fundador de la filosofía como con el fundador del cristianismo, tanto por el logos filosófico de signo dialéctico o socrático como por el logos religioso encarnado o encarnizado en Jesús. La famosa interpretación juvenil de Nietzsche sobre Sócrates como racionalista platónico confunde a Sócrates con Platón, al socratismo irónico con el platonismo trascendental, al concepto (parido) con la idea (idealismo). Frente a ello, hay que distinguir entre Sócrates y el platonismo, lo mismo que hay que distinguir o diferenciar entre Jesús y Pablo de Tarso.
En este contexto diferenciador aproximamos Sócrates a Vattimo y viceversa, Vattimo a Sócrates, por cuanto el filósofo italiano encarna una especie de socratismo cristiano crítico. En efecto, en la filosofía hermenéutica de Vattimo el logos es dialéctico y dialógico, como preconiza su maestro Gadamer, mientras que el ser está transido de un eros religioso o religado, cuasi sagrado, como lo propone el viejo cristiano Heidegger.
Tanto en Sócrates como en Vattimo comparece un parecido amor por la sabiduría (filosofía) y por sus jóvenes estudiantes, considerados como hijos o afiliados a la Sofía. Tanto en el uno como en el otro comparece una parecida ironía corrosiva respecto al saber establecido oficialmente, un parecido aire de familia bohemio y antiautoritario, la mutua intención de atreverse a pensar pero humildemente desde el humus vital, un claro intento de sabotear jerarquías, debelar ideologías, liquidar dogmas, relativizar absolutos. Por eso Sócrates acaba siendo acusado de corromper a la juventud e introducir una especie de “humanismo” crítico, como aduce Jenofonte, y algo parejo le ocurre al italiano.
Como predijo el oráculo trasmitido por Plutarco, Sócrates iba a su aire, y Vattimo también; aquel fustiga el poder del poderoso en nombre de la potencia del creador, y este también, además, el griego introduce la hermenéutica de las interpretaciones, y el italiano también, lo cual conlleva una concepción del ser como eros plural o plurimorfo (polimorfo y perverso, diría Freud). Por otra parte, Aristófanes y los cómicos se mofan de Sócrates por dedicarse a cazar moscas con sus disquisiciones, mientras que el propio Sócrates encarna al moscardón o tábano crítico, lo mismo que en el caso de Vattimo.
Sócrates tenía algo de sátiro y era satírico, Vattimo tiene algo de sátiro y es satírico. Ambos filósofos meridionales y mediterráneos critican la razón de Estado en nombre de una especie de razón fratriarcal, cuyo precipitado es la fratría filosófica de signo interpersonal (regida por la propia conciencia como daimon interior). Los dos filosofantes se remiten a un principio de mediación y remediación interhumana, el logos que articula el ser-eros mediador en Sócrates y el logos que articula el ser-encarnado o humanado en Vattimo. Habría un trasfondo común socrático-vattimiano, ya que ambos realizan el trasvase o traspaso de la verdad trascendental a la verdad inmanental, es decir, al sentido interhumano; lo cual permite por cierto un fino criterio crítico con lo inhumano y la inhumanidad.
Esta mutua visión se mostraría en la concepción no ingenua del ser como relación plural de contrarios, a la vez luz y oscuridad, verdad o revelación y velación o misterio, apertura y retranca, donación y retracción (para decirlo heideggerianamente).
Vattimo y Sócrates
La ironía de Sócrates y Vattimo converge finalmente en la auténtica ironía, la cual busca amor y reconocimiento, como vio lúcidamente F.Schlegel: en Sócrates la ironía es a la vez afectada y afectiva, en Vattimo la ironía aparece como regalada y regulada. Si en Sócrates se observa cierto debilitamiento de Platón, en Vattimo se observa cierto debilitamiento de Heidegger. Al respecto el filósofo germano-coreano B.C. Han ha mostrado cómo la “debilidad” frente al otro esconde una potencia creadora o recreadora; y curiosamente en español sentir debilidad por alguien significa sentir afecto o amor.
Por lo que respecta la mutua revisión de la tradición clásica, tanto en el filósofo griego como en el italiano hay una modalidad parecida de dislocación o distorsión del clasicismo y los clásicos: Sócrates no puede ser platónico porque su fealdad proverbial afea la belleza olímpica del cielo de Platón; y Vattimo no puede ser heideggeriano porque su gracia proverbial distorsiona la fealdad nacional-socialista de Heidegger. En el fondo de ambos, Sócrates y Vattimo, hay algo de anarcoide, un rasgo anarcoidal en el Sócrates histórico y en el Vattimo historicista. En efecto, los dos tratan de humanizar la inhumanidad mediante la disolución de ideologías represoras de lo humano.
A pesar de todo lo dicho, la imagen prototípica de Sócrates sigue asociada y emparejada con Platón y el platonismo, mientras que la imagen típica de Vattimo es aparejada con la sofística posmoderna. Y, sin embargo, se trataría de liberar a Sócrates del platonismo idealista, así como de liberar a Vattimo de la mera sofistería posmoderna. Ambos se encuentran mejor en el contexto cultural de un cierto “anarcohumanismo”, el cual lucha denodadamente contra el gran “tinglado”. El gran tinglado es la superestructura o supraestructura, la estructura armada, el armazón o armatoste que aprisiona nuestra coexistencia: para Sócrates es el platonismo como idealismo absoluto, mientras que para Vattimo es el maquinismo tecnoburocrático (el Gestell heideggeriano).
La crítica de la ortodoxia establecida no significa que Sócrates y Vattimo puedan ser considerados filosóficamente como herejes o heréticos, sino como heterodoxos, cuya heterodoxia relativiza respectivamente el platonismo clásico y el heideggerianismo clasicote, deconstruyendo su conservadurismo. En esta doble deconstrucción hay más destrucción que construcción o reconstrucción, por lo que la tarea de sus sucesores se sitúa en esta reconstrucción, recomposición o remodelación. Tras Sócrates cabe hablar de un platonismo mitigado por Aristóteles; del mismo modo tras Vattimo cabe hablar de un heideggerianismo contrapunteado por la posmodernidad (nietzscheana).
Nietzsche ha sido el auténtico hereje o herético de la modernidad, al oponer locamente el dios Dioniso contra Apolo y el Cristo. El propio Heidegger solo es un heterodoxo que interpreta el ser clásico trascendental como “otro ser” definido por su trascendencia inmanente, mientras que Vattimo reinterpreta esa trascendencia inmanente ya no como verdad sobrehumana sino como sentido humano y, finalmente, como sentido de amor o caridad. Aquí es donde podríamos hablar ya de Intramodernidad: tras la modernidad de la razón y la posmodernidad de su crítica, lo que llamamos Intramodernidad se caracteriza precisamente por la reconversión de la verdad en sentido, asumiendo el corazón pascaliano como “co-razón” de nuestra propia razón (así revertida en razón afectiva).
Yo diría en consecuencia que la tarea filosófica por excelencia radicaría hoy en reconstruir una metafísica relacional, una ontología hermenéutica y una hermenéutica simbólica o axiológica. Todo ello en el marco de una filosofía coimplicativa de los opuestos a través de un logos compuesto.
Conclusión
Con Sócrates comienza la filosofía prototípica, y con Vattimo concluye la filosofía típica. Lo que nos resta tras tanta crítica, destrucción y demolición son restos y escombros, que debemos reconstruir no solo solitaria sino también solidariamente, no solo occidental o localmente sino globalmente. Sócrates y Vattimo se nos aparecen finalmente como dos intrigantes solitarios acompañados, así pues como solitarios solidarios: sus compañías son ambivalentes –Platón y Heidegger-, pero son capaces de asumirlos críticamente. Sócrates asume a Platón con retranca sofista, Vattimo asume a Heidegger con retranca posmoderna.
Quiero concluir este apunte o esbozo sobre Sócrates y Vattimo revisando la divisa de aquel y abriéndola tanto a la dialogía socrática como a la solidaridad vattimiana. Tras esta revisión, el viejo aforismo clásico –sólo sé que no sé nada-, reverdece en un aforismo posclásico o moderno: sé que solo no sé nada. Sé que solo no sé nada, sino acompañado dialógica e interhumanamente, ecuménica y solidariamente, en favor del sentido interhumano.
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Bibliografía mínima
-Sócrates-Platón, Obras (Aguilar)
-F. Nietzsche, Werke (Neske)
-M.Heidegger, Introducción a la metafísica (Gedisa)
-H.G.Gadamer y otros, Diccionario de la existencia, “Sócrates” (Anthropos).
-G. Vattimo, El fin de la modernidad (Gedisa).
-G.Vattimo, S.Zabala y A.Ortiz-Osés, El sentido de la existencia (Deusto).
-E. Fromm, El lenguaje olvidado (Hachette).
-P. Hadot, en C.G.Jung y otros: Hombre y sentido, Círculo Eranos III (Anthropos).
-B.Ch.Han, La agonía del eros (Herder).
-Luis Garagalza, El sentido de la hermenéutica (Anthropos).
-A.Ortiz-Osés, Amor y sentido, así como La herida romántica (Anthropos).